Mi e-pluma también está felizmente indignada y alegremente revuelta. Corre con prisa y pasión sobre la pantalla, pensando en el futuro que nos abre el movimiento del #15M. Al mismo tiempo, me interroga, buscando también los antecedentes y precursores de esta nueva movilización que tanto desconcierta al establishment mediático, económico o político.
Como primer impulso le contesto a mi e-pluma que, desde mi experiencia personal, me vuelven a la mente las sentadas del movimiento por una vivienda digna que protagonizamos en 2006. Convocadas por unas redes sociales todavía emergentes y ocupando pacíficamente el espacio público, la espontaneidad –que luego se transformó en movimiento organizado— ya marcaba el ritmo de nuestras revueltas contra la burbuja inmobiliaria a punto de estallar. A otras personas, algo mayores –pero no tanto–, les recordará más bien las acampadas festivas del “0,7% ya” en 1994 ante el Ministerio de economía para pedir unos presupuestos decentes y solidarios de cooperación al desarrollo.
Sin embargo, mi e-pluma me sugiere algo más, que la coincidencia del mes pone ante nuestros ojos: mayo del ’68. Además de esta semejanza de calendario, algunos rasgos le dan en principio razón. Primero, una suma heterogénea, liderada sin ser exclusivos por jóvenes y estudiantes, se topa con la incomprensión de las estructuras tradicionales de poder que, a fin de cuentas, han prosperado sobre un modelo de democracia representativa, elitista y consumista de otro siglo. Segundo, al igual que 1968 fue una revolución mundial, la #spanishrevolution es solo un nodo más de una ola más profunda a nivel global. Hoy, en vez de París, México o Praga, los epicentros de libertad y emancipación se llaman Túnez, El Cairo o Madrid y no se pueden descartar por efecto dominó otras partes de Europa. Con detonadores diferentes en el mundo árabe y en España pero todos unidos con un mismo deseo de superar las democracias formales confiscadas por unas oligarquías políticas y económicas. En terminología española, una posible segunda transición.
Además, una estancia rápida en cualquier acampada, donde al transeúnte le impactará la lluvia de ideas y de alternativas que corren en los lemas (1) o asambleas, pone los puntos sobre las íes. Estamos ante una movilización positiva y propositiva que recuerda con placer el “seamos realistas, pidamos lo imposible” del ’68 que tanto influyó en las décadas posteriores. El actual “Yes, we camp” destrona al “No future” que poco a poco había gangrenado las mentes bajo la apisonadora del “fin de la historia” liberal. Asimismo, el #15M —como lo hizo el mayo del ’68— ya ha puesto de nuevo sobre la mesa una verdad antropológica que tanto hacía falta oír con contundencia y altavoces: el cambio es posible y somos dueños de nuestro destino. Con mayor o menor éxito pero siempre con una posibilidad de conseguirlo, escribimos y hacemos la historia.
Por tanto, podemos estar seguros que esta petición de ‘democracia real ya’ va a superar sus primeras fronteras coyunturales vinculadas al 22-M y polinizar al resto de la sociedad. No solo es posible y necesario insertar la democracia real en las elecciones y en los parlamentos, sino también en el mundo laboral, en las empresas, en los hogares, en el consumo, en la alimentación, en el urbanismo, en nuestras relaciones personales, etc.. De esta manera, el #15-M enlaza de forma directa o indirecta con miles de proyectos y alternativas que se dan cada vez con más fuerza y abogan por recuperar la autonomía y el control democrático de nuestras vidas y sociedades, aún más en tiempo de triple crisis social, económica y ecológica: decrecimiento, soberanía alimentaria, economía de los cuidados, economía social y solidaria, bancas éticas, grupos de consumo, cooperativas…
Mirando hacia atrás, a mi e-pluma no le queda ni la menor duda: el #15-M, sea cual sean sus realizaciones concretas a corto plazo y como fiel sucesora de 1968, 1994 o 2006, es una brecha cultural abierta a largo plazo. Es otro punto de inflexión más hacia la civilización de la política y la repolitización de la sociedad.
(1) Algunos lemas del #15M que «han contribuido a transformar la ciudad en poema colectivo y en teatro de libertad» (Jean-Jacques Lebel, artista y escritor, sobre los grafitis del ’68):
«Tenemos Sol, ahora la luna».
«Apaguemos la tele, encendemos la mente»
«Me sobra demasiado mes al final del sueldo».
«Nuestros sueños no caben en sus urnas».
«Si no nos vais a dejar soñar, no os vamos a dejar dormir».
«No somos antisistema, el sistema es antinosotros»
«Sin casa, sin curro, sin miedo».
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